HISTORIA DE PILAR
Capítulo IX - Biografía y trayectoria
eclesiástica del Dr. D. Vicente Arroyo. Designación de D. Ventura
López Camelo como Alcalde de Hermandad. El Cabildo de la Villa de
Luján |
La Cofradía de Animas Benditas del Purgatorio. El paso del río
Luján. D. Juan Ponce de León, su deceso. Visita del Obispo
Fray Sebastián Malvar y Pinto. Certificación de los servicios
y reconocimiento del Cabildo de la Villa de Luján a la obra y
labor del Dr. D. Vicente Arroyo.
El Dr. Vicente José Arroyo nació el 22 de abril de
1746 y fue bautizado 3 días más tarde en la Catedral porteña
por el Maestro Nicolás Barrales (60), hijo
del comerciante José de Arroyo, nacido en Villa de Pica, Perú,
y de María Josefa González de Cossio, (hermana del Presbítero
Francisco de Cossio y Terán), nacida en Buenos Aires; nieto paterno
de Bernardo de Arroyo y de Petrona de la Fuente y nieto materno de D.
Juan González de Cossio, nacido en Puente de Lariz, Arzobispado
de Burgos, y de Da. Teresa Rodríguez de Figueroa, nacida en Buenos
Aires.(61)
Estudio
las primeras letras en la escuela pública de los jesuitas y en
1759 fue al colegio Montserrat para cursar dos años de gramática,
tres de filosofía y cuatro de teología. En la Capilla
real de San Ignacio, en el valle cordobés de Calamuchita, el
Obispo Abad e Illana le confirió el presbiterado el 13 de noviembre
de 1769 y el 9 de diciembre siguiente se Doctoró en teología.
Regresó
a Buenos Aires en 1770 y fue nombrado Teniente de Cura de la Catedral
(62). El Obispo Manuel Antonio de la Torre, en
su carta del 23 de febrero de 1772 al gobernador Juan José de
Vertiz decía de él: "[...] es muy acreedor a la
compasión por el crecido número de seis hermanas solteras
y huérfanas de todas edades, que únicamente dependen de
su abrigo, habiendo sido criadas con alguna conveniencia".
Por
esa y otras razones fue que lo designó en primer término
para la nueva Parroquia de Nuestra Señora del Pilar, al desmembrarse
del Curato de la Villa de Luján. (63) Si
bien el título firmado por Vertiz a nombre de S.M., lleva fecha
26 de febrero de 1772, el Dr. Arroyo pasó a servir el 23 de marzo
de 1772 (64), siendo el primero en la lista de
Curas vicarios de esa Parroquia de la campaña.
Llegamos
a 1774, año en el cual se ha dicho que Pilar logra su autonomía
política, debido a que el Cabildo de Luján decide que
los vecinos del lugar elijan sus autoridades, siendo designado por voto
unánime con el título de Alcalde de la Santa Hermandad
D. Ventura López Camelo y la Villa del Pilar se denomina partido
del Pilar por el hecho de tener como centro la Iglesia del mismo nombre.
(65)
No
hay ningún documento que pruebe esta circunstancia en la forma
mencionada y tan repetida hasta nuestros días. La cita que acabamos
de ver llevó a interpretar una desvinculación de Pilar
del Cabildo de la Villa de Luján a partir de ese año y
en realidad nada de ello sucedió. La jurisdicción del
ayuntamiento lujanense abarcaba desde el Río de las Conchas (hoy
Reconquista) hasta el de Areco y desde el Río de la Plata, por
el norte, hasta la frontera con el indio y, los Alcaldes de Hermandad
tenían atribuciones sobre el territorio designado bajo su custodia,
siendo su finalidad la vigilancia de la campaña. (66)
Pese
a los conflictos de competencia jurisdiccional con el Cabildo porteño
que originaría un pleito y la suspensión de sus funciones
desde 1782 hasta 1787, el ayuntamiento lujanense siguió ejerciendo
su autoridad y nombrando por muchos años más a los Alcaldes
de Hermandad del distrito de su incumbencia. (67)
En
principio, el organismo capitular es autorizado a designar dos Alcaldes
de Hermandad que, según se deduce de los acuerdos de 1774, tienen
competencia en una y otra banda del Río Luján, uno sobre
Areco y Cañada de la Cruz y el otro sobre Las Conchas, Escobar,
Pilar y el pago de La Choza. (68)
D.
Ventura López Camelo, fue elegido Alcalde de la Santa Hermandad
por parte de voz y voto del entonces Alcalde ordinario del Cabildo de
la Villa de Luján, D. Diego de la Cruz y del alguacil mayor D.
Antonio Bargas, el 1º de enero de 1774. (69)
"Y
habiendo acordado sobre los Alcaldes de la Santa Hermandad, en virtud
de que los dos que vinieron confirmados por el Sr. Teniente de Rey y
Gobernador interino, son de Luján abajo y como es preciso de
que estén divididos en ambos partidos, acordaron sus Mercedes
que para el partido de Areco se nombrara uno, y para esto unánimes
y conformes nombraron a D. Miguel Rodríguez Flores" (70)
En
la sesión del 26 de febrero de 1774, el defensor de Menores abrió
una carta, la cual leyó en alta voz y en ella el Sr. Teniente
de Rey y Gobernador interino mandaba "se reciba al Alcalde de
la Santa Hermandad del partido de Areco que fue confirmado el día
once de enero, a lo cual acordaron de común acuerdo se le escriba
a D. Ventura López para que venga a recibirse de su empleo y
pase a su destino". (71). El 5 de marzo
de 1774 recibió la real vara de justicia y "prestó
su juramento y juró a Dios y una señal de cruz según
forma de derecho de cumplir bien y fielmente en dicho empleo" (72).
Luego,
se presentó ante los cabildantes y expreso: "que en virtud
de señalarle la Señoría de este Cabildo jurisdicción
en el partido de Areco y esto no serle conveniente por motivos suficientes
que tiene tanto como el que le pertenecen en el partido del Pilar por
ser vecino de él y no tener conciencia de las gentes en el de
Areco". A lo que fue respondido por los miembros del ayuntamiento:
"que presentara un escrito alegando lo que a su derecho convenga
para determinar lo que en justicia hallare por conveniente". (73)
Días
después, se leyó en el ayuntamiento un memorando del Alcalde
D. Ventura López y visto por sus Mercedes determinaron que el
mismo "pase a su jurisdicción en el partido de Areco,
del cual ha sido recibido no viendo lugar a su presentación respecto
a que ya está recibido de ese partido el propietario, previniéndole
que se abstenga de usar del algún modo ningún acto de
jurisdicción en caso que quiera alegar su derecho ocurra al capitán
general". (74). Es lo último que
se sabe después de la intimación y advertencia de los
cabildantes a las objeciones formuladas por D. Ventura López,
por su negativa a ocupar el puesto en el partido de Areco.
Recordar
que en esa época el "pago de Areco" formaba parte de
la jurisdicción del Cabildo de la Villa de Luján, de manera
que no es nada extraño que en algunos casos, como el que acabamos
de ver, recayesen nombramientos en personas avecindadas dentro de su
vasto territorio.
Además,
para tener una idea de las interferencias y colisión de intereses
que reinaba entre los cuerpos capitulares de Luján y Buenos Aires,
digamos que en ese mismo año de 1774, el Cabildo porteño
elegía a D. Francisco Espinosa y Arguello como Alcalde de Hermandad
para Areco y Cañada de la Cruz y al Alférez D. Bernardo
Miranda para el pago de las Conchas y Costa. (75)
En 1774 se funda en la Parroquia del Pilar, la Cofradía de Animas
Benditas del Purgatorio. Su finalidad era la de fomentar la caridad
en favor de los feligreses, para los cuales se destinaban las limosnas
en caso de fallecimientos, enfermedades o imperiosas necesidades.
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Tapa del "Reglamento
para la Hermandad de Animas"
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Las autoridades de la Cofradía estaban compuestas por un Padre
Capellán, que debía ser Sacerdote Secular, un Hermano
Mayor, un Tesorero, el Sacristán y los limosneros. Podían
ser inscriptos como hermanos todo hombre o mujer que estuvieran bautizados
y que fueran de honrada vida y de buenas costumbres.
Principiaron
esta congregación: D. Manuel de Pinazo, D. Joaquín Cabot,
D. Justo Fernando de la Cruz, Da. Josefa Ponce de León, Da. Paula
Cruz, D. Vicente Buena Maison, D. Lorenzo Gómez, D. José
Antonio Burgueño, Da. Tomasa Irrazábal, D. Mayoriano de
la Cruz, D. Juan José Cheves, D. Nicolás Salomón,
D. Juan Pablo López Camelo, D. Manuel de la Madrid, D. Luis Muñoz
de Mesa, D. Ventura López Camelo y D. Juan Antonio de la Cruz.
(76)
Fallece
D. Juan Ponce de León y es sepultado el 7 de julio de 1775 con
cruz alta, oficio cantado, misa de cuerpo presente cantada, novenario
de misas cantadas, misa de honras y cabo de año con vigilias
también todo cantado y 14 posas, con la mayor pompa posible,
todo gratis por ser el Síndico de la Iglesia. (77)
En
1776, un bando del Alcalde Ordinario de la Villa de Luján, Sargento
Mayor D. Manuel de Pinazo que menciona los pasos del río Luján
y señala el de Nuestra Señora del Pilar (78)
El puente de este último, construido en ese entonces de troncos,
se hallaba sobre el camino real (actual ruta 8).
El
Obispo de Buenos Aires, Fray Sebastián Malvar y Pinto, en su
visita pastoral por la campaña, llega a Pilar el 9 de enero de
1780 y es recibido por el Dr. Vicente Arroyo. Revisa los libros de la
Parroquia y deja escrito en ellos expresas ordenes canónicas.
Manda no celebrar casamientos de personas procedentes de Europa y otras
partes de América si su autorización, o en su defecto
del Provisor, para evitar los fraudes y engaños de aquellos que
ya habían sido desposados en otros países. Si los contrayentes
eran naturales del país pero de distintos lugares, debían
presentar información o justificación de libertad certificada
de su propio Párroco y con intervención del Notario Eclesiástico.
En
caso de que fuesen del mismo Obispado, pero de diferentes Parroquias,
debían leerse las proclamas en ambas Iglesias y el Cura no podía
consentir el matrimonio si los pretendientes no tenían el testimonio
del otro Sacerdote de haber dado cumplimiento a este requisito, sin
impedimentos de consanguinidad, afinidad u otro motivo que diera lugar
a la postergación o anulación de la ceremonia. (79)
El
12 de febrero de 1781, en el Cabildo de la Villa de Luján, juntos
y congregados en la sala de acuerdos el Alcalde Ordinario D. Carlos
Tadeo Romero, el Alguacil Mayor D. Manuel de la Riva, el Defensor de
Menores D. Alonso González y el Defensor de Pobres D. Antonio
Perelló, se presentó una petición por parte del
Dr. D. Vicente Arroyo, Cura y Vicario de la Parroquia de Nuestra Señora
del Pilar, cuyo tenor es como sigue:
"Muy
Ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento, en la mejor forma que haya lugar
en derecho comparezco ante V. S. y digo: que conviene el que V.S. en
los términos que fueren de su superior agrado, certifique así
de mi conducta en el ministerio Parroquial, como mi celo en el reparo
y cuidado de mi Iglesia, declarando con especificación de los
hechos que sean conducentes, todo lo que hubiere conceptuado de mí,
en uno y otro punto y pueda dar la correspondiente idea del mérito
que me he labrado en el desempeño de mi obligación. Por
tanto, a V.S. pido y suplico se sirva hacer según y como llevo
expresado, que parece de justicia muy propia de su rectitud y probidad.
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Cabildo de
la Villa de Luján y placa ubicada en la entrada
|
Y
habiendo conferido sobre uno y otro punto, todos uniformes y de común
acuerdo dijeron: que nada era más justo y debido lo que dicho
Doctor solicitaba, ya que no podía dejar de obtemperar gustoso
este Cabildo, hallándose, como se halla, penetrado íntimamente
de reconocimiento al celo y eficacia, que constantemente ha promovido
y promueve el bien espiritual de sus feligreses, al mismo tiempo que
edificado sobre manera por lo que ha trabajado en la construcción
material de su Iglesia y arreglo de sus funciones, en cuya inteligencia
y haciendo justicia al distinguido mérito de dicho Doctor, debían
certificar e informar a todos los tribunales superiores, así
eclesiásticos como seculares, donde ésta fuera presentada,
que por lo que hace a la conducta de dicho Dr. Don Vicente Arroyo en
el desempeño de su ministerio Parroquial irreprehensible y tal
que puede servir de modelo y ejemplo a los Párrocos más
activos y celosos.
Pues, desde la colación canónica y posesión de
aquella Parroquia, tomó a su cargo la dirección espiritual
de su dilatada feligresía el 22 de marzo de 1772 y se dedicó
con tanto empeño a la instrucción de sus ovejas y reforma
de los abusos y corruptelas que la ignorancia había introducido,
que ninguno sería capaz de notar el más leve descuido
u omisión, en el laborioso ejercicio que exigía tan ardua
y molesta incumbencia, a cuyo fin cumpliendo con la principal obligación
de su cargo, no ha dejado jamás de predicar y enseñar
todos los días de fiesta la doctrina cristiana a sus feligreses,
explicándoles con admirable claridad los preceptos de la Iglesia
y del decálogo, con los dogmas de nuestra religión católica,
y celando su observancia por los medios que sugiere una consumada prudencia,
siendo digno de toda nota.
Que
después de no dejar desorden o escándalo, sin corrección
ni abuso enmienda, ha sido y es objeto de la veneración y amor
de todos sus feligreses, que a competencia procurar agradarlo y complacerlo,
por reconocer que su bien espiritual es todo el estímulo de sus
exhortaciones y reconvenciones. Animado de este espíritu y para
que ninguno dejase de cumplir con el precepto de la comunión
pascual, en la que halló una total relajación, ha hecho
constantemente por sí mismo, todos los años, la matrícula
de todo su Curato, y recorriendo después de pasar el tiempo señalado,
para recoger las cédulas y hacer que se desobligasen de tan divino
precepto los que aún estaban con este reato.
Pero
donde ha brillado más su celo es en el cuidado de los enfermos
y en la administración del santo viático a los que estaban
en peligro de muerte, porque, sin embargo, de que siempre ha tenido
a su lado un Sacerdote de ayudante y hasta tres en los tiempos de epidemia,
no para consultar su comodidad sino para el mayor auxilio de sus feligreses.
Ha sido el primero que al primer aviso de que alguno peligraba, aunque
fuese en la mayor distancia se ponía en camino, sin que el frío
o el calor en sus más rigurosas estaciones y lo que es más,
la copiosa lluvia que a la sazón caía, fuesen bastante
para retraerlo de recorrer muchas leguas de día y de noche a
fin de llevar el divino auxilio a quien lo necesitaba.
Llegó
el caso en que hallándose sangrado y no poco indispuesto, por
tener un brazo dislocado de su lugar de una rodada, que al tiempo de
ser avisado se hiciese montar a caballo por no demorar la diligencia,
y marchar de este modo el espacio de no pocas leguas para impartir el
socorro espiritual que le pedían, en cuyo ministerio no se contentaba
con administrarles el viático extremaunción después
de confesados y dispuestos para su recepción, sino que se quedaba
por algunas horas auxiliándolos y ayudándolos a bien morir,
hasta que rindiesen el espíritu a su creador, y a los que estaban
en tan inminente peligro, les dejaba lo que necesitaran en razón
de su pobreza, para alimentarse en su dolencia.
Que
todas estas partidas que son bien notorias en esta jurisdicción,
las sella, por decirlo así, con el desinterés que constantemente
ha manifestado en su ministerio, pues, después de no exigir cosa
alguna de los pobres, por los casamientos, bautismos, funerales y entierros
de los que fallecen, aún respecto de los que tienen conveniencia,
deja a su arbitrio lo que por vía de limosna y para su manutención,
le han de contribuir por el trabajo corporal de su ministerio, haciéndoles
sólo presente el arancel para que arreglen su voluntaria contribución.
Y por último, siendo por estas prendas y circunstancias tan digno
de la estimación y veneración de todos, no ha dado hasta
ahora en su personal conducta el más leve motivo de nota, y sus
acciones ajustadas todas a las leyes de su estado, relevan sobre manera
su mérito en esta parte.
Que
por lo que hace al segundo punto, su celo, por el decoro de su Iglesia,
así en lo material de su fábrica como en lo formal de
sus funciones, sino excede iguala, al menos, a la que ha acreditado
por el bien espiritual de sus feligreses, y sin duda, para atraer a
éstos a su verdadero redil y allí tomasen las instrucciones,
disipando sus ignorancias, corrigiesen los abusos de que estaban preocupados
y actuasen de lo que debían hacer y creer para conseguir su eterna
salud.
Sacrificó
todas las utilidades que le producía el ministerio empleándolas
en la construcción y adorno de su Iglesia, sin embargo de tener
a su cargo una dilatada familia, que es público y notorio vive
a sus expensas después de la muerte de sus padres. Que el Cabildo
para dar la verdadera idea de lo que en esta parte ha ejecutado dicho
Doctor y como testigo de vista que ha sido de todo, no puede dejar de
hacer un detalle, que no se puede, o debe calificar por mínimo,
cuando contribuye a conocer un mérito tan recomendable y digno
de su reconocimiento.
Que
en esta virtud certifica y hace presente: que hallándose dicha
Iglesia, cuando entró a gobernarla el expresado Doctor, en un
estado miserable y amenazando ruina en parte, si no se la reparaba por
instantes; sin ornamentos ni vasos sagrados y sin el ramo de fábrica,
pudiese sufragar más que para la cera, sebo y vino del año,
hoy se ve de modo que nadie puede comprender como ha podido, con las
cortas obtenciones que rinde aquel Curato, a quien en forma desinteresada
lo administra, ponerse en tan contrario estado y sólo ocurriendo
a Dios que parece ha arrojado su bendición sobre aquellas obras
de caridad y piedad se puede comprender este misterio.
Pues
al tiempo del ingreso de dicho Doctor se hallaba reducida a diez tirantes,
en los cuatro primeros amenazaba por instantes una fatal ruina por estar
apolilladas las maderas, sin ninguna ventana, pues las dos que tenía
estaban tapiadas con ladrillo y luego que se recibió de su Mayordomía,
que fue en el año de 1774, por muerte del Síndico Ecónomo
de ella, se aplicó con todo esmero a repararla, intentando primero
por contemplar ser corta el añadirla, como de efecto la alargó
diez varas, haciéndole su correspondiente torre con su cruz,
todo de ladrillo cocido y maderas escogidas del Paraguay. Construyó
el coro sobre el pórtico y el piso de madera, su baranda por
adelante nueva y pintada al óleo, le puso siete ventanas con
sus vidrieras tres por banda y una en el mojinete del coro.
|
Que
pasó después a reparar los cuatro tirantes primeros, echó
abajo todo aquel pedazo, le mudó madera fuerte a todo costo de
lapacho y costaneras de algarrobo que se encontró viciada, se
encañó y se entejó toda la Iglesia de nuevo. Que
pasó inmediatamente a mirar por el adorno interior de ella, levanto
en el piso del presbiterio cuatro gradas, formando, además, una
mesa de madera buena y fuerte para el altar mayor, porque la que antes
tenía se reducía a un pedazo de puerta vieja colocada
sobre unos palillos de la misma especie.
Hizo
pintar y dorar de nuevo el altar, adornar el nicho de la virgen, cubrir
todo el mojinete y formando un retablo con el dicho altar; se colocaron
unos cuadros de la vida de la virgen que se compraron para este fin,
adornándolos con unas láminas de cristal y con sus copias
en la forma como se los ve. Coronó o circunvaló el presbiterio
con una barandilla pintada al óleo de azul de Prusia, con sus
perfiles de plata fina, tomando dentro de dos arcos pequeños
que tenía la Iglesia para dos altares colaterales, de los cuales
uno está concluido y aunque no es de talla sino de madera sencilla,
está pintado y dorado con oro fino.
Se encuentra en medio de la Iglesia una araña de cristal muy
hermosa, la cual nos consta haberla colocado el dicho Cura; puso puertas
nuevas hechas a todo costo pintadas de verde, también lo están
las ventanas, las paredes están enlucidas a la cal por dentro
y por fuera, el frontis y la torre a plano. Cercó el pretil con
una pared de adobe crudo, con caballete de adobe cocido y teja por tapa
y por los dos costados de la misma suerte, con una pared de más
de media cuadra de largo y dos varas de alto por el costado en la misma
conformidad, comprendiendo dentro de sí, no solo la Iglesia y
sacristía, sino también la casa del Cura con todas sus
viviendas.
Que
su celo, amor y cuidado, pasaron de aquí a la sacristía,
donde no había más que un pedazo de tabla vieja que servía
de mesa para revestirse los Sacerdotes y una caja donde se guardaban
los ornamentos. Le mudó la madera que encontró mala, encañándola
y entejándola de nuevo, puso un cielo raso de tabla, abrió
una ventana al sur donde colocó su vidriera con rejilla de alambre
por fuera, puso una puerta nueva pintada de verde y resguardada de las
aguas, con un corredor seguido a la misma sacristía.
Para
revestirse los Sacerdotes construyó una mesa con doce cajones
y tiradores amarillos que abrazaban las cinco varas de largo de la sacristía
y la adornó en su contorno con doce cuadros pequeños de
varias advocaciones de Nuestra Señora que, aunque los encontró
en la Parroquia, nos consta que los hizo pintar de nuevo al óleo,
mudando lienzos a los que estaban maltratados. Fabricó seguido
a la sacristía un cuarto más de un tirante de adobe cocido
y teja, para guardar trastes, con una puerta de comunicación
por dentro a la misma y su ventana con vidriera al norte.
No
parece debe omitir este Cabildo, hacer presente como conducente al indubitable
mérito de dicho Cura y que en gran manera lo releva. Que habiendo
vivido algún tiempo con gran incomodidad en un rancho alquilado,
no pensó jamás solicitar su conveniencia por lo que mira
a la habitación, hasta que no vio concluido todo lo expresado
y de facto, luego que lo verificó (en lo que sin duda ha hecho
no menor beneficio a la Parroquia), siguió a continuación
de la sacristía y el cuarto perteneciente a ella, su casa, que
se reduce a una sala, dos aposentos hecho a todo costo de ladrillo y
teja, con buenas puertas y cada una de las dichas viviendas con sus
ventanas y vidrieras que caen al norte y patio de la misma Iglesia.
Después,
como de dos años a esta parte, edificó al lado otros dos
cuartos más de ladrillo y teja, cada uno con su correspondiente
dormitorio y a su continuación otras viviendas y oficinas necesarias
para la comodidad de una casa. Todo lo cual como está de manifiesto
y es publico y notorio en toda la jurisdicción, omitiendo el
aumento de ornamentos, vasos sagrados y demás utensilios necesarios
al divino culto, que por noticia sabemos ha verificado para la decencia
de la celebración de los augustos misterios, ha tenido por conveniente
especificar este Cabildo, para hacer constar el mérito de dicho
Doctor y darle este testimonio de su reconocimiento, al celo que ha
manifestado por el bien espiritual de su feligresía y decoro
de su Iglesia. Se le entregará original con los testimonios que
pidiera para los efectos correspondientes, después de copiado
en los libros de acuerdos". [Fdo.] "Carlos Tadeo Romero -
Manuel de la Riva - Alonso González - Antonio Perelló".
(80)
|
Completamos
la biografía del Dr. D. Vicente Arroyo, diciendo que: el 2 de
junio de 1781 fue promovido al Curato de la Catedral de Buenos Aires,
no obstante su permanencia en Pilar se extendió unos días
más, pues el día 8 de ese mes celebró bautismos,
haciendo la rendición de cuentas el 16, la cual quedó
asentada con la claridad que lo distinguió en todos sus actos.
(81)
En
la Catedral; puso particular empeño en enseñar la doctrina
cristiana a sus feligreses, a los presos y a los presidiarios. Otra
de sus ocupaciones favoritas fue la predicación, para la que
se sabía particularmente dotado. A su cargo estuvo el sermón
de la fiesta celebrada en la ciudad con motivo de la coronación
de Carlos IV. Fue examinador sinodal por nombramiento del Obispo Sebastián
Malvar el 3 de marzo de 1781.
Se
lo eligió diputado eclesiástico el 21 de julio de 1784,
para asistir a la junta de Temporalidades. Siendo Cura de la Catedral,
por orden del Obispo Manuel de Azamor, se encargó de la Iglesia
de San Ignacio como ayuda de Parroquia, preocupándose, aun a
costa de sus propios bienes, en adecentar y embellecer ese templo que
estaba amenazando ruina.
En
la reparación y adorno, tanto de la capilla del sagrario de la
catedral como de la viceparroquia de San Ignacio, gastó 11.268
pesos y cuatro reales. En la erección de Vicario Capitular habida
después de la muerte del obispo Azamor (2 de octubre de 1796)
obtuvo igual número de votos que Tubau y Sala, pero, como era
Cura de la Catedral, el Cabildo se decidió por éste. El
Dr. Arroyo, entonces, protestó y le entablo querella. La cédula
real del 13 de marzo de 1798 vino a ratificar la decisión del
Cabildo.
El
2 de noviembre de 1803 el rey firmó su presentación a
una canonjía de la Catedral. Fue miembro de la Hermandad de la
Caridad y de la de San Pedro. Canónigo Magistral. Falleció
el 30 de octubre de 1804. (82)
|
Se agrego pdf
https://hermandaddeanimas.es/wp-content/uploads/2021/10/Reglamento-de-Regimen-Interno-Hermandad-de-Animas.pdf |
Bibliografía,
documentación consultada y notas
60.-
Iglesia Catedral, Libro 9, folio 691. Vicente Arroyo fue el séptimo
hijo de un total de
17, de los cuales 5 eran varones y 12 mujeres.
61.- Burzaco, Hugo Fernández de, op. cit., Tomo I, pp. 167-168.
62.- Avella Cháfer, Francisco, "Diccionario Biográfico
del Clero Secular e Buenos Aires",
Buenos Aires, 1983, Tomo I, pp. 88-89.
63.- A.G.N. , Legajo 1 Culto IX-6-7-4, Documentos Nros. 143/144 y IX-7-3-1.
64.- Archivo Parroquia Nuestra Señora del Pilar, Libro 1º
de Matrimonios, folio 66v.
65.- Marquiegui, Dedier Norberto, "Estancia y poder político
en un partido de la campaña
bonaerense" (Luján 1756 - 1821), Cuadernos Fundación
Simón Rodríguez Nº 18,
Editorial Biblos, 1990, p. 27.
Instituto Agrario Argentino, op. cit., p. 48.
66.- Marquiegui, Dedier Norberto, "Pilar en la historia colonial
rioplatense", Segundas
Jornadas de Historia del Pilar 1992, pp. 107-111.
67.- Idem.
68.- Idem.
69.- Acuerdos del Extinguido Cabildo de la Villa de Luján (1771
- 1790), Museo Colonial e
Histórico de la Provincia de Buenos Aires - Luján, La
Plata, 1930, pp. 59/60. Acuerdo
del 1º de enero de 1774, foja 56v. del libro original.
70.- Idem, p. 63. Acuerdo del 1º de febrero de 1774, foja 59 del
libro original.
71.- Idem, p. 68. Acuerdo del 26 de febrero de 1774, foja 65 del libro
original.
72.- Idem, p. 70. Acuerdo del 5 de marzo de 1774, foja 67v. del libro
original.
73.- Idem, p. 71.
74.- Idem, p. 75. Acuerdo del 26 de marzo de 1774, foja 71v. del libro
original.
75.- Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, Serie III, Tomo
V, Libros XXXVI
1774-1776, Buenos Aires, 1928. Acuerdo del 1 de enero de 1774, foja
287.
76.- Archivo Parroquia Nuestra Sra. del Pilar, Libro 2 de Animas 1774
- 1826. "Hermanos
que entraron en el año de 1774 por tiempo de la fundación
de la Cofradía, el que se
cumple por dicho mes de 75".
77.- Archivo Parroquia Nuestra Señora del Pilar, Libro 2 de Entierros
1772-1822, folio 84.
78.- Presas, Juan Antonio, "Anales de Nuestra Señora de
Luján", op. cit., p. 119.
79.- Archivo Parroquia Nuestra Sra. del Pilar, Libro 2 de Matrimonios
1776-1818, folio 26.
80.- Acuerdos del Extinguido Cabildo de la Villa de Luján, op.
cit., pp. 167/171.
Acuerdo del 12 de febrero de 1781, fojas 161/165v. del libro original.
81.- Archivo Parroquia Nuestra Señora del Pilar, Libro 4 de Bautismos
1772 - 1820, folios
207/208.
82.- Diccionario Biográfico del Clero Secular de Buenos Aires,
op. cit., Tomo I, pp. 88/89.
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