A mayor abundamiento, la publicidad decía que la tierra era inmejorable y apta para cualquier cultivo, a solo 6 cuadras de la estación Toro y con amplio frente a las vías del FCP (hoy FF. CC. San Martín) y FCCBA (hoy FF. CC. Urquiza) y a una sola hora de viaje de la Capital. El financiamiento era en 100 cuotas sin interés con un valor mensual de $ 1  los lotes y $ 2,50  las quintas.

                        Para situarnos hoy, estas tierras dieron origen a lo que se conoció como “pueblo nuevo” de la ciudad, es decir, de la actual diagonal Reinaldo Pacheco hacia el camino que lleva a José C Paz.

                        Estas tierras habían sido parte de la franja que le correspondía a Camila Gómez de Toro, siendo adquiridas en el año 1891 por Don Antonio Toro, cuyo detalle hemos realizado en otra nota de nuestro sitio. Por planos y croquis de ubicación desde el año 1910, sabemos que a principios del siglo XX gran parte de este sector estaba designado como propiedad de Sr. Iparraguirre.

Es evidente que años antes a este loteo de 1922, la sucesión de Toro vendió tierras sin parcelar a alguien para que posteriormente, la sociedad anónima  “Fomento Urbano y Rural”, realizara el loteo; la que, como en tantos pueblos del gran Buenos Aires, se dedicaba al negocio inmobiliario, recibiendo muy buenos márgenes de rentabilidad. Como nos ilustra Norma Lanciotti, “…por esos años, se crearon numerosas compañías de tierras, cuyos directores eran grandes propietarios rurales que buscaban extender sus operaciones a las ciudades y comerciantes dedicados a la importación. Según sus estatutos, estas compañías podrían desarrollar actividades equivalentes a las numerosas sociedades constructoras también creadas en esos años; desde la fabricación de materiales de construcción, la compraventa o arrendamiento de inmuebles, la edificación de casas y edificios, hasta la administración de propiedades de terceros y la emisión de bonos hipotecarios…”.Entre las compañías creadas, estaba Fomento Urbano, la que luego continuara bajo la denominación Fomento Urbano y Rural SA.-

                        Lo cuasi gracioso, es que la orden de venta era terminante: había que ¡vender a cualquier precio!, por lo que estimamos que quizás algunos derquinos habrán efectuado un pingüe negocio por esos años.

Fuentes:
El material llegó a nuestras manos por gentileza del Sr. José Alberto Santos, a quien mucho agradecemos.
“El pequeño y mediano empresariado inmobiliario en las ciudades argentinas. Organización y prácticas de negocios. 1870-1914” por Norma Silvana Lanciotti.