La vida de los pueblos rurales como lo fue en sus principios Toro, tenía dentro de su devenir comercial negocios que acaparaban ampliamente los requerimientos y las expectativas de sus pobladores.
Almacén de ramos generales, tiendas de ropa, carnicerías, panaderías, herrerías, lugares estos que iremos recordando en la medida que podamos conseguir la fotografía que grafique lugares y personas.
La mayoría de las actividades nombradas reforzaban su posición comercial con el consabido carro de reparto, de altas ruedas, a veces hasta con capote, con dos o tres caballos según la estación del año y el estado de los caminos. Así, la oferta llegaba hasta el mismo lugar de consumo, ya fueran quintas de verduras, de frutas, hornos de ladrillos, criaderos, tambos, cabañas. Pero al mismo tiempo existió una muy especial forma de comercio a domicilio: el acopiador de aves y huevos, llamado y conocido popularmente en nuestra campaña como "El gallinero".

Este hombre, subido a su carro, realizaba un largo recorrido diario, cargado al máximo de jaulas y cajones, habiendo colocado en la parte inferior del mismo, para aprovechar mejor el espacio una amplia "Pichonera". Como complemento llevaba alguna mercadería de primera necesidad como ser yerba, azúcar, café, té y hasta alguna botella de vino para salir del paso o cerrar alguna operación en forma de trueque.
El hombre al cual hoy vemos bajando pasto para sus caballos se llamó Carlos Vitali (1896-1986) realizó toda su vida esta tarea viviendo siempre en Toro donde nació y fue también lugar de residencia de sus padres. La mercadería acopiada la vendía directamente al público, con la coparticipación de su familia en su negocio de productos de campo establecido en Oro y Juan Seguí del barrio de Palermo.

Foto: gentileza de Asunción Vitali
Texto: Iván Boragno
(nota publicada en el periódico EL AUTONOMISTA)